Mala leche…
En más de una ocasión, se ha hablado sobre
ciertos alimentos y lo perniciosos que en exceso son para el organismo. Es por esto que hoy voy a hablarles de la leche y sus
derivados.
¿Se han dado cuenta que el hombre es el único animal que sigue
tomando leche después del “destete”? ¿No le parece ilógico,
contraproducente o antinatural?
La leche animal y sus derivados se encuentran actualmente entre los
alimentos de mayor consumo del mundo. Aunque no siempre fue así: ¿no se ha preguntado nunca por qué existen culturas que desayunan carnes, huevos o cualquier otra cosa menos leche?
De común se habla inmensamente de sus propiedades nutritivas y lo
imprescindibles que son para crecer sanos y fuertes. Pero, ¿es eso
verdad o una vez más hemos sido engañados, siendo que estos productos no
son precisamente salubres?
Si nos paramos a pensar, aunque sea brevemente – y aunque hoy día no
esté en boga – llegaremos a una serie de interesantísimas conclusiones.
Por ejemplo:
La leche que produce cada especie mamífera es única y está
desarrollada específicamente para su especie en sí y no para otra,
debido a que cada animal tiene su propia estructura biofísica y
sobretodo metabólica. Los nutrientes que la leche de cada especie
productora puede contener han sido creados de una manera específica
porque es lo que necesita su cría para desarrollarse. Obviamente la
composición de cada tipo de leche varía en función del animal, de la
raza, del alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de
lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño, entre otras
variables. Explicado de forma sencilla, y para que se haga una idea,
tenga en cuenta lo siguiente: Una vaca posee 4 estómagos, ¿Cuántos posee
usted? La edad de madurez de una vaca se alcanza a los 2 años y no
siguen tomando leche. En los humanos se baraja que entre los 2 y los 7.
¿Por qué nosotros seguimos con la ingesta láctea? Por un factor
netamente cultural. Dicho de otro modo, porque nos lo dicen.
La mayoría de personas cree que tomar leche es nutritivo, de hecho los nutricionistas occidentales – que no otros, añado – la recomiendan para mantener la salud, sobre todo la de los huesos.
La mayoría de personas cree que tomar leche es nutritivo, de hecho los nutricionistas occidentales – que no otros, añado – la recomiendan para mantener la salud, sobre todo la de los huesos.
Millones de norteamericanos prácticamente la toman en lugar de agua.
Sin embargo es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor
mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su
población.
El principal componente de la leche es el agua. Su presunto interés nutritivo radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), glúcidos (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio).
Según los resultados del Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente quedó demostrado – entre otras cosas – que la leche animal desmineraliza a los adultos.
Comprobó que las mujeres que no tomaban leche por tomar arroz y
vegetales, no padecían osteoporosis. Sin embargo, si introducían la
leche en su dieta sus niveles de calcio bajaban y aumentaba la
incidencia de esa patología. Insisto: ¿Se ha preguntado alguna vez porque existen culturas en las que se desayunan carnes y vegetales?
El trabajo del doctor William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada,
estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios
presentan los niveles más bajos de calcio en sangre. Agregando que
tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas
lácteas y éstas producen un exceso de acidez que el organismo intenta
compensar mediante la liberación de minerales alcalinos como lo es el
Calcio.
Por otro lado, hay que hablar del principal componente de la leche: La caseína. Los valores de caseína encontrados en la leche – esta de vaca – son aproximadamente el doble que la leche materna. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche materna… pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura. Esto provoca una solución saturada en la que la totalidad de la caseína no ha sido digerida. Siendo que la caseína se adhiere a los folículos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel o madera).
La leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Teniendo, además, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios.
Por otro lado, hay que hablar del principal componente de la leche: La caseína. Los valores de caseína encontrados en la leche – esta de vaca – son aproximadamente el doble que la leche materna. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche materna… pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura. Esto provoca una solución saturada en la que la totalidad de la caseína no ha sido digerida. Siendo que la caseína se adhiere a los folículos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel o madera).
La leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Teniendo, además, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios.
En cambio la leche de vaca – la más consumida – contiene un 70% de
ácidos grasos saturados y un 30% de poliinsaturados. Una estructura que
favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios,
en oposición a los antiinflamatorios de la leche humana.
La pasteurización y la homogeneización provocan que las
grasas saturadas atraviesen las paredes intestinales en forma de
pequeñas partículas no digeridas lo que inexorablemente aumenta los
niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además el
contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos
famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho algunos países ya han
retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la dieta
porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios
vasos de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los
que no la toman. Concretamente como un “fumador” – que digo yo supuesto
– con un estilo de vida sedentario.
En Estados Unidos, según su Departamento de Agricultura casi el 40%
de la comida diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche
y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio
toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de
colesterol. Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de beicon al día!
A tenor de lo expuesto son cada vez más las voces que alertan de la
posible relación – directa o indirecta – entre el consumo de leche y las
dolencias que se relacionan a continuación, que aunque es largo de leer
considero necesario exponer para tener una idea aproximada de lo que
hablo y porqué.
Estas afecciones son:
Estas afecciones son:
Anemia ferropénica. La mitad del resto de las
anemias que se producen en Estados Unidos están relacionadas con el
consumo de leche y sus derivados por los pequeños sangrados
gastrointestinales que la leche suele provocar.
Artritis Reumatoidea y Osteoartritis.
Está constatado que los complejos antígenos – anticuerpos generados por
la leche – se depositan en las articulaciones provocando su inflamación
y entumecimiento. Estudios realizados en la Universidad de Florida
(Estados Unidos) confirman que los síntomas se agravan en pacientes con
Artritis Reumatoidea que consumen leche. Por otro lado, en un artículo
publicado en la revista Scandinavian Journal of Rheumatology se
afirmaba que en personas afectadas de esa patología que dejaron de
ingerir lácteos y tomaron sólo agua, té verde, frutas y zumos vegetales
entre 7 y 10 días la inflamación y el dolor disminuyeron
significativamente. Agregando que cuando alguno volvía a una dieta “lacto-ovo-vegetariana” los síntomas reaparecían.
Asma. Se sabe que la leche puede estimular la
producción excesiva de mucosa en las vías respiratorias y que la alergia
a la leche es causa de asma. Además está completamente demostrado que
los niños con exceso de mucosidad y dificultades respiratorias a los que
se les retira la leche de vaca mejoran de forma sorprendente.
Autismo. Investigadores italianos descubrieron que
los síntomas neurológicos de los pacientes autistas empeoran cuando
consumen leche en combinación con el trigo (el desayuno de los
campeones, vaya). Se cree que los péptidos de la leche pudieran tener un
efecto tóxico en el sistema nervioso central al interferir con los
neurotransmisores. En sus investigaciones los doctores de la Universidad de Roma notaron una mejoría marcada en la conducta de esos enfermos tras dejar de ingerirla ocho semanas. En su sangre había altos niveles de anticuerpos contra la caseína, la lactoalbúmina y la betalactoglobulina.
Cáncer de estómago. Investigadores del Instituto Nacional de Salud Publica de Morelos
(México) encontraron un aumento significativo del riesgo de contraer
cáncer de estómago en pacientes que consumían productos lácteos.
Cáncer de mama. La leche está considerada por muchos expertos causa directa de este “tipo” de cáncer. Un dato adicional es que: una
de cada 10.000 mujeres muere de cáncer de mama en China (donde no está
generalizada la ingesta láctea), mientras que sólo en el Reino Unido las
cifras oficiales hablan de una de cada 12.
Cáncer de ovarios. La galactosa – uno de los
azúcares de la leche – se ha relacionado también con el cáncer de
ovarios. Algunos investigadores consideran que las mujeres que beben más de un vaso de leche entera al día tienen tres veces más probabilidades de contraer cáncer de ovarios que las que no lo ingieren.
Cáncer de próstata. Un estudio presentado hace más de veinte años en una reunión de la American Association of Cancer Research en San Francisco y publicado en Oncology News ya revelaba, según el doctor Chan (epidemiólogo de la Universidad de Harvard):
El consumo de leche y sus derivados está asociado con un incremento del
riesgo de cáncer de próstata en los hombres. Explicando que ello se puede deber a que el alto contenido de calcio de la leche hace disminuir la cantidad de vitamina D del cuerpo, encargada de proteger del cáncer de próstata.
Epidemiólogos italianos del Aviano Cancer Center calcularon ese aumento del riesgo y establecieron que es 1,2 veces mayor entre quienes beben de 1 a 2 vasos de leche diaria que entre los que no la consumen. Sin embargo, si se toman dos o más vasos de leche al día el nivel de riesgo de padecer ese cáncer se multiplica por 5.
Cáncer de pulmón. Investigadores holandeses concluyeron en 1989 que las personas que toman tres o más vasos de leche diaria tienen dos veces más probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón
que los que no la toman. Se ha documentado que existe relación directa
entre la hormona somatotropina y el cáncer de pulmón, y entre éste y las
dioxinas que contaminan la leche.
Cáncer de testículos. Investigadores británicos descubrieron que también hay relación entre el cáncer testicular y el consumo de leche. El riesgo encontrado fue 7,19 veces mayor que en la población general y aumenta en un 1,39 por cada litro de leche adicional que se consume.
Cataratas. Hay una creciente evidencia de la relación entre el consumo de leche y las cataratas. Según diversos estudios científicos las poblaciones humanas que consumen grandes cantidades de productos lácteos tienen mayor incidencia de cataratas
que aquellos que los evitan. Este defecto se ha relacionado con la
lactosa y la galactosa. Siendo la relación más evidente entre la mujeres
que entre los hombres. El tipo más frecuentemente es la catarata
cortical.
Diabetes Mellitus Tipo I. Diferentes investigaciones
demuestran que los lactantes alimentados con leche de vaca presentan un
mayor riesgo de padecer diabetes insulinodependiente – conocida como
diabetes tipo I – desde su niñez. Un estudio publicado en la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra identifica la leche como: “elemento responsable o factor desencadenante en algunas personas genéticamente sensibles”.
Los médicos que realizaron la investigación descubrieron que los
diabéticos analizados tenían unos niveles de anticuerpos más altos de lo
normal que reaccionaban con una proteína de la leche llamada suero de
albúmina bovina, atacándola como invasora y destruyéndola. Como añadido
diré que una sección de esa proteína es casi idéntica a una proteína de la superficie de las células productoras de insulina
por lo cual, según afirman, las defensas de las personas sensibles a
ella terminan atacando a sus propias células causando así su destrucción
y por ende su patología.
Enfermedades coronarias. Numerosos investigadores
relacionan algunos componentes de la leche -el colesterol, las grasas,
su alto contenido en calcio, la presencia de xantina oxidasa, etc.- con
este tipo de dolencias. En el caso de la enzima bovina xantina oxidasa
se sabe que sólo causa problemas cuando la leche es homogeneizada y que
su daño se centra en los vasos sanguíneos. La posible explicación está
en que esta enzima atravesaría intacta las paredes intestinales, se
trasladaría a través de la sangre y destruiría el masmógeno, uno de los
componentes de las membranas de las células que forman el tejido
cardiaco. Uno de esos investigadores es el doctor Kurt Oster, jefe del servicio de Cardiología del Hospital Park City en Bridgeport
(Estados Unidos). Durante un periodo de casi cuatro años Oster estudió a
75 pacientes que sufrían angina de pecho y arteriosclerosis. Pues bien,
se eliminó la leche de sus dietas y se les dio ácido fólico y vitamina C
– ambas combaten la xantina oxidasa – y en todos los casos el dolor
remitió, para luego desaparecer.
Estreñimiento. La leche es causa conocida de
estreñimiento en niños y ancianos. Su eliminación de la dieta y un mayor
consumo de vegetales y fibra suele resolver ese problema. Asimismo,
tanto el estreñimiento crónico como las lesiones perianales se han
asociado con una clara intolerancia a la leche de vaca.
Fatiga crónica. Según un estudio realizado con niños en Rochester (Nueva York) en 1991 beber leche aumenta 44,3 veces el riesgo de padecer esta enfermedad.
Incontinencia urinaria. Muchos niños que mojan las
sábanas ya crecidos dejan de hacerlo en cuanto eliminan de su dieta la
leche, los productos que la contienen y los derivados lácteos.
Intolerancia a la lactosa. Para poder ser utilizada
por nuestro organismo este azúcar de la leche debe ser previamente
hidrolizado y eso se consigue gracias a una enzima llamada lactasa que
va desapareciendo lentamente cuando comienzan a salirnos los dientes
(aunque parece ser que en la raza blanca la lactasa permanece durante
más tiempo que en la raza negra). Algo que podría deberse a la relación
existente entre la melanina y la lactasa. Las personas que viven en
lugares fríos tendrían por eso la piel más blanca a fin de aprovechar al
máximo las radiaciones solares y sintetizar vitamina D para fijar el
calcio.
Se ha observado también que en la mayoría de las personas que no
producen lactasa o lo hacen a niveles muy bajos la lactosa no
hidrolizada pasa al intestino donde es atacada por las bacterias y las
consecuencias son fermentaciones, meteorismo, cólicos, diarreas, etc.
Todo lo cual provoca la irritación de las paredes del intestino e
incluso microheridas con pérdida de sangre. Y si esas pequeñas
hemorragias se producen de forma continuada acaban provocando
deficiencias de hierro.
Linfomas. Un estudio realizado en la Universidad de Bergen (Noruega) durante año y medio con casi 16.000 pacientes observó que las personas que consumen dos vasos de leche al día presentan un riesgo 3,4 veces mayor de padecer linfomas que los que beben menos. El mecanismo por el cual eso se produce todavía no está claro.
Migraña. Se ha comprobado experimentalmente que
cuando se suprime la leche de la dieta de pacientes afectos de migraña
se reducen significativamente sus síntomas o dejan de padecerlas.
Oídos, garganta y sinusitis. En 1994 la revista Natural Health
publicaba una serie de hallazgos que relacionan a la leche con el
aumento de las infecciones de los oídos y la garganta. Los estudios
demostraron que las amígdalas y las adenoides reducían su tamaño cuando
se limitaba el consumo de leche, cosa que de haberse sabido en 1983
hubiera evitado una más que innecesaria intervención quirúrgica (la mía,
verbigracia).
Reacciones alérgicas. La alergia a las proteínas de
la leche de vaca se ha definido como “cualquier reacción adversa mediada
por los mecanismos inmunológicos a una o más de las proteínas de la
leche (caseína, alfa lacto-albúmina, betalactoglobulina)”.
Sangrado gastrointestinal. El sangrado
gastrointestinal secundario a la intolerancia a las proteínas de la
leche de vaca en niños ha sido adecuadamente documentado. Tan serio es
el sangrado que se le coloca como una de las causas más comunes de
anemia en niños.
Síndrome de mala absorción. Investigadores de la Universidad de Helsinki
(Finlandia) han comprobado la relación entre las proteínas de la leche y
el daño a la mucosa intestinal. Este daño es el responsable del
síndrome de mala absorción que se caracteriza por diarreas crónicas,
vómitos y retardo del crecimiento.
Trastornos del sueño. Estudios realizados en la Universidad Free de Bruselas
entre los años 1986 y 1988 confirmaron la relación entre el consumo de
leche y los trastornos del sueño en los niños. Este y otros estudios han
hallado relación entre la alergia a la leche y los problemas para
dormir. Todos los síntomas mejoraban cuando se excluía la leche de la dieta y empeoraban cuando era reintroducida. El tiempo promedio para notar la mejoría era de cinco semanas. La agitación propia que manifestaban esos niños también mejoró.
Úlceras pépticas. En el pasado se aconsejaba tomar
leche a las personas que padecían problemas estomacales, en especial en
caso de úlceras. En la actualidad esa práctica se desaconseja por
considerarse peligrosa y porque se sabe que la leche y sus derivados
agravan todos los síntomas. El alivio temporal que sentían esos
pacientes se podía deber simplemente al hecho de que normalmente la
leche se tomaba fría y era la temperatura del líquido lo que hacía
mejorar la situación transitoriamente.
Además de las expuestas existen otras situaciones y
dolencias que se relacionan con la ingesta de leche. Por ejemplo la
acidosis láctica severa asociada a la alergia a la leche de vaca, el
aumento del riesgo de preeclampsia en mujeres sensibles, la dificultad
de aprendizaje en niños o el exceso de estrógenos que debido a la
alimentación de la res se ingiere con cada trago de leche.